I.
No busquen ser originales. El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo.
II.
No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Éste sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo.
III.
No traten de complicar al lector, ni buscar ni reclamar su ayuda.
IV.
No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa. Ni siquiera en el lector hipotético.
V.
No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escriban siempre para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar.
VI.
No sigan modas, abjuren del maestro sagrado antes del tercer canto del gallo.
VII.
No se limiten a leer los libros ya consagrados. Proust y Joyce fueron despreciados cuando asomaron la nariz, hoy son genios.
VIII.
No olviden la frase, justamente famosa: 2 más dos son cuatro; pero ¿y si fueran 5?
IX.
No desdeñen temas con extraña narrativa, cualquiera sea su origen. Roben si es necesario.
X.
Mientan siempre.
XI.
No olviden que Hemingway escribió: “Incluso di lecturas de los trozos ya listos de mi novela, que viene a ser lo más bajo en que un escritor puede caer.”
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