A principios de abril Gustavo Leyton nos envió sus poemas desde Chile. De verdad que estamos encantados recibiendo poemas de casi toda latinoamérica. En esta oportunidad le tocó el turno a nuestros hermanos que están del otro lado de la cordillera. En el blog hemos publicado a varios poetas chilenos. Hemos publicado cosas de Nicanor Parra, de Roberto Bolaño y Jorge Teillier. Así que estos poemas no podían ser menos. Aquí se los dejamos para el disfrute de todos nuestros lectores.
BITACORA DE UN EXPLORADOR
I
El hombre se desvanece en la vastedad del océano,
Donde el reino de los hombres se desvanece,
se agita el temor de los exploradores ante lo desconocido.
En el mapamundi de Hunt-Lenox,
El dragón, símbolo del océano, marca el límite del dominio humano.
Se yergue en los espacios cartográficos
y en su presencia lo humano se desdibuja, pierde significado.
Ese océano monstruoso,
donde el hombre renuncia a su poder
que una vez fue indiscutible hasta en la era moderna,
Late en las pinceladas de William Turner,
quien obsesionado con las fuerzas naturales,
se entrega al poder destructor del mar.
Pide ser amarrado al mástil de un barco,
en plena tormenta en alta mar
para apresar la auténtica esencia.
El hombre se difumina en las profundidades del océano,
mientras los veleros se recortan en un mar embravecido
y los monstruos,
lo desconocido,
se alzan entre las olas con un aire de soberbia.
El hombre modifica su percepción: abanderando la razón,
exaltando sus propias virtudes,
enfrenta a la naturaleza,
adoptando una postura de domador:
Nada escapa a su dominio empírico.
El océano se convierte ahora en un espacio a conquistar,
la mirada del hombre, que se detiene en la costa,
se torna arrogante.
El paisaje descomunal
se erige como símbolo de su insignificancia, un desafío.
II
Fausto, ese siniestro personaje,
se enfurece ante la visión del mar,
Recibe como afrenta el incesante zarandeo
y el desprecio de las olas,
que pretenden desafiar su dominio.
El hombre no solo ansía conquistar nuevos territorios,
anhela someter a la bestia.
El elemento acuoso constituye el abismo azul,
El miedo a los océanos persiste.
Hic sunt dracones.
MISTERIO EN LAS AGUAS INFINITAS
I
En la danza perpetua del horizonte,
su perfil ondulante revela el misterio,
una faz preciosa siempre cambiante, fluidez de ensueño.
La atracción del mar se arraiga en la mágica influencia,
ese instante en que lo vemos, oímos, sentimos.
Serenidad en la mirada al piélago,
esencia de una transformación eternamente constante.
La masa, donde el horizonte se pierde en la sinfonía del fin,
oculta un universo completo de vida y estados.
Su misterio atrapa como un enigma sin respuesta,
y el azul que abraza proporciona la paz que embriaga.
Rítmico y acompasado vaivén de las olas,
agitado por tormentas que fustigan navíos y costas.
Música que tranquiliza, aquiete el corazón,
y despierte pensamientos en las profundidades del océano.
II
En las costas de Jonia y Grecia,
donde brotó la filosofía occidental,
impregnada con la sabiduría del conocimiento,
dominada por la danza de míticas sirenas.
El interminable ir y venir de las olas
habla el lenguaje de los filósofos,
un permanente fluir, un incesante eterno retorno.
Enfilar la proa hacia el ser, bucear en abisales profundidades,
depositar en la playa el ansiado autoconocimiento.
Mientras el eco del pensamiento teje sutil hamaca,
con la espuma del mar como hilo conductor.
Un cadencioso espectáculo de movimiento y armonía,
donde los infinitos matices del mar despiertan.
Colores que destilan poesía, dimensiones que desafían,
sonidos que danzan en lo incesante.
Haz este poema un susurro en el viento de la reflexión,
una oda a la vastedad que yace en las aguas insondables.
LA TRAVESIA DE LA MENTE AL ALMA
En el vacío cósmico,
Sin límites ni fin,
La mente se adentra
En un éxodo hacia lo ignoto.
Sin mapa ni brújula,
Deambula entre las fronteras
De la vida y la muerte,
Donde todo comienza y todo termina.
En el rincón oscuro del universo,
Donde lo visible se funde con lo invisible,
Los sentidos se aguzan,
Y el tiempo se detiene.
En el vasto lienzo del universo,
La voluntad se entrelaza
Con la esencia misma del ser,
Y el cuerpo se convierte en anclaje.
El espíritu, un susurro etéreo,
Danza con el aliento vital
Que nos sostiene en el vacío.
En el éxodo de la mente hacia el corazón,
Encontramos un éter de pensamientos,
Un vacío cósmico
Que nos invita a cruzar el umbral.
Un lugar efímero,
Un puente entre la vida y la muerte,
Entre lo tangible y lo invisible.
En el arte de deambular sin rumbo fijo,
Congelamos el fluir del tiempo,
Y aguzamos los sentidos.
El diálogo interno trascienda pasado y futuro,
Y nos permite acceder
A la esencia misma de la existencia.
Obsesionados por medir los segundos,
Inventamos despertadores y nos perdemos
En juegos de naipes,
Juegos de lógica
Que apenas dejan espacio al azar.
La raíz del problema yace
En la contradicción entre la autonomía y la persona,
En la disolución de la voluntad,
En la pérdida de identidad
Que el proceso mental conlleva.
Nos encontramos frente al caos irracional del universo,
Despersonalizados y enfrentados a él.
La despersonalización se convierte
En una metafísica vivencial,
Una conciencia empírica
Que ve el mundo como representación,
Algo extraño, irreal y quimérico.
Pero tal vez,
En lugar de sumergirnos en la abstracción,
Podríamos orientar nuestra conciencia
Hacia nuestra experiencia,
Mirar y sentir todo,
Sin resistencia ni censura,
Aceptando la complejidad de la existencia.
En la esencia misma de la vida filosófica,
Encontramos la aceptación lúcida de la realidad,
Una realidad que se despliega
En capas infinitas de significado,
Donde cada pensamiento, cada emoción, cada sensación,
Se entrelaza en un tapiz intrincado de existencia.
EL VIAJE COMO EXPERIENCIA INICIATICA
El viaje, experiencial y trascendental,
Un rito humano de profunda resonancia,
Un éxodo hacia la esencia misma de la existencia.
La senda del nómada, errante e inquisitivo,
Contrapuesta al asentamiento sedentario,
Cada cual un reflejo de la naturaleza humana.
La ruta, serpenteante y perpetua,
Conduce al abismo de la madriguera,
Un umbral hacia lo oscuro y lo misterioso,
Donde principios etéreos gravitan en variados modos.
El viajero, ávido de movimiento y libertad,
Forjado por el impulso ineludible de la exploración,
Rehúsa las ataduras de la comunión gregaria,
Y se entrega al fervor de la independencia.
En su odisea, desafía la lógica económica,
Donde el tiempo no es oro sino un tesoro sin igual,
Navegando las corrientes imprevisibles del destino,
Abrazando la incertidumbre como su compañera.
Distinguido del turista, con su itinerario preconcebido,
El viajero abraza la improvisación y la espontaneidad,
Cada paso, una danza con lo desconocido,
Cada momento, una comunión con lo inesperado.
Desatiende las ataduras del reloj cronológico,
Para abrazar un tiempo más profundo y singular,
Donde sus acciones son gobernadas por el capricho,
Y sus impulsos dictan el curso de su travesía.
Cada experiencia, un desafío a la percepción,
Cada encuentro, una revelación de lo humano,
El viaje como un acto de apertura hacia lo exótico,
Una danza con lo desconocido en busca del autoconocimiento.
Desde las epopeyas de Ulises hasta los viajes simbólicos de Joyce,
El viaje es un arquetipo de búsqueda y retorno,
Una travesía hacia lo más profundo del ser,
Una exploración de la caverna del alma.
En cada trayecto, dejamos una huella imborrable,
Marcas auténticas de un viaje interior,
Donde la inefabilidad del mundo se hace presente,
Y la experiencia se convierte en sabiduría.
EL MUNDO COMO VOLUNTAD
El universo, entrelazado en la voluntad,
Encadena el cuerpo al tiempo y al espacio,
Mientras el espíritu, soplo vital en esencia,
Navega el éxodo de la mente al corazón.
El vacío cósmico, abrazo del infinito,
Nos invita hacia lo ignoto, trascendiendo lo visible,
Entre la vida y la muerte, lo tangible y lo intangible,
Un lugar de paso etéreo, entre mundos y dimensiones.
El arte de deambular sin rumbo, danza del ser,
Congela el tiempo, agudiza los sentidos,
Diálogo interno entre pasado y futuro,
En el juego de la existencia, donde el azar apenas asoma.
La obsesión de medir los tiempos,
En el eco del despertador y los juegos de naipes,
Desafíos lógicos que revelan la paradoja de la autonomía,
En la disolución de la voluntad, la pérdida de identidad.
Nos enfrentamos a la entropía del caos universal,
Despersonalización como metafísica vivencial,
La conciencia empírica del mundo como representación,
Donde lo extraño y quimérico se funden en lo real.
La esencia de la vida filosófica radica en la aceptación lúcida,
De la realidad, un espejismo de verdades relativas,
Donde mirar y sentir sin resistencia ni censura,
Es el camino hacia la sabiduría de la experiencia pura.
LA MUERTE, EL ACONTECIMIENTO
La muerte, sublime acontecimiento,
dimensión intrínseca de la existencia humana,
según el prisma de Heidegger, esencial en la aventura del ser.
En el viaje de ida sin retorno,
el cuerpo enfermo experimenta el declive,
la fragilidad, desarmonía y disolución,
sensaciones efímeras en el flujo de lo finito.
¿Morir es trascender a otra dimensión,
o es la consumación del ser en su esencia misma?
Cultura que evade el abrazo de la muerte,
ignora su presencia, la teme como enemiga.
La vida humana se define por su finitud,
un sendero hacia la culminación,
conjunto de actos y experiencias entrelazadas.
La muerte, evento cardinal en la trama de la existencia,
es la conjunción de creación, encarnación y redención,
entrelazadas en un devenir indisociable.
Cosmogénesis, biogénesis, antropogénesis,
convergen en la esfera del ser último,
un punto Omega según el canto de Teilhard de Chardin.
El océano de la muerte, misteriosa y vasta,
es el resumen de todas las experiencias terrenales,
la ineludible debilidad de lo corpóreo.
Los ojos fijos en el Cristo resucitado,
símbolo de la trascendencia hacia la que aspira toda la creación,
en Él encuentra su coherencia y plenitud.
Cristo, vencedor sobre la muerte,
revela su verdad como posibilidad inherente,
propia y universal del ser humano en su eterna búsqueda.
EL HOMBRE SE PREGUNTA SOBRE SI MISMO
El hombre indaga sobre su propio ser,
en el laberinto de su mente se contempla como un enigma.
A lo largo de la historia humana, persiste
el anhelo de desentrañar el origen,
de situarse en el vasto universo, de vislumbrar el destino.
Las teorías sobre la creación ex nihilo, el vacío, la multiplicidad.
El Universo entero, un ballet de transformaciones
Desvelando misterios, como el relámpago que ilumina la oscuridad.
La existencia presupone un estado previo a la vida,
un paradigma dualista entre Espíritu y Materia que se desvanece.
Descartes, entre la mente pensante y la extensión material,
plantea una única sustancia que se eleva hacia lo espiritual.
El surgimiento del Ser Humano
Teilhard lo concibe como Noogénesis.
El pensamiento reflexivo se extiende sobre toda la Tierra,
el destino humano se vislumbra como la comunión universal.
Cada evolución conduce hacia la interconexión social.
Una fuerza cósmica nos arrastra hacia la unidad.
El hombre avanza hacia una cuarta etapa: el Omega supremo.
Millones de mentes fusionadas
en la gestación de una nueva humanidad.
Es la búsqueda incesante de la verdad completa,
en el ocaso de los tiempos, el Cristo/Omega
abrazará a la Humanidad en su culminación.
DEISMO Y EL TEISMO
Deísmo y teísmo, corrientes que abrazan
la esencia del Universo,
sus leyes y misterios.
El deísmo alza la bandera de la razón,
contraponiendo lo natural a lo revelado.
El origen del mal, en su abismo insondable,
desafía las fronteras de la mente.
La Teodicea de Leibniz, tejida con preguntas:
¿Por qué pervive el mal en el mundo?
Distinciones en su esencia,
física, metafísica, moral.
Dios, para Leibniz, semilla del bien en toda creación,
donde un mal particular se diluye
en el vasto lienzo de la perfección universal.
El mal moral, eco de una libertad divina,
un escalón hacia la grandeza humana.
Leibniz, navegante entre desviaciones individuales,
confiado en el equilibrio total del cosmos.
Un Universo en armonía,
donde cada pieza canta en su concierto.
El optimismo de fondo,
el orden, la plenitud,
el bien supremo sobre las partes,
la fe en la sabiduría cósmica.
Voltaire y Rousseau, agoreros de la Teodicea,
vislumbran grietas en la perfección aparente.
La Naturaleza, ordenada pero imperfecta,
desafía las certezas arraigadas.
El mal, quizás, catalizador de un bien mayor,
una nota discordante en la sinfonía divina.
Desde la mirada de lo general,
se replantean los cimientos,
el orden y la armonía, cuestionados,
pero aún en busca de su significado último.
DIOS ES EL VERDADERO JUEZ
En la corte del alma, Dios es el juez supremo,
Donde los creyentes encuentran su consuelo.
Cuando la sinceridad del arrepentimiento aflora,
Su misericordia se extiende sin medida alguna.
El conocimiento divino escruta los corazones humanos,
Penetrando lo más íntimo y oculto de cada ser.
Y aunque parezca insuficiente, su perdón es infinito,
Guiando a aquellos que buscan su redención sincera.
Recordemos las palabras de Jesús, no límites en el perdón,
Setenta veces siete, una invitación a imitar la divinidad.
El rey David, en su humildad, eligió la mano de Dios,
Prefiriendo la misericordia sobre el juicio humano.
Pero ¿qué significa realmente el perdón en la fe cristiana?
No es absolver un error, pues un error es impersonal.
Es traspasar límites, violar leyes morales,
Reconociendo la autoridad divina sobre nuestras acciones.
El arrepentimiento genuino va más allá del castigo,
No es un juego de culpabilidad en la celda de la conciencia.
Es reconocer la necesidad de reparar el daño causado,
Una responsabilidad que trasciende la simple remisión.
La ley moral nos señala nuestras transgresiones,
Pero es la voluntad de perdonar lo que nos humaniza.
El perdón es un acto personal, donde el ser humano se encuentra consigo mismo,
Una danza de redención entre el sujeto y el objeto del perdón.
En la esencia del perdón, no hay una falta perdonada,
Sino un alma liberada de las cadenas del resentimiento.
Es un regalo de gracia, más allá de la mera absolución,
Una experiencia espiritual que nos eleva hacia la luz divina.
Que este poema sea un recordatorio de la profundidad del perdón,
Un llamado a la compasión y la comprensión mutua,
Donde la justicia se encuentra con la misericordia,
Y el alma encuentra su paz en el abrazo eterno de la divinidad.
EL PECADO COMIENZA DONDE SOY YO
El origen del pecado yace en mi ser,
Economistas, políticos, médicos,
discuten sobre disfunciones.
Psicólogos abordan perturbaciones.
Apuntamos dedos a otros:
la sociedad, recuerdos infantiles,
un origen social o con excesos de cuidado.
El pecado arranca en mi esencia,
reconociéndome responsable,
anhelando redención.
La moral exige perfección.
Aristóteles ve virtud en el equilibrio;
nos urge ser virtuosos.
El punto medio, una cumbre.
El pecado, en la visión cristiana,
no supera a otros errores;
es falta bajo la luz del perdón.
Cristianismo no inventa culpas;
ilumina con la luz del perdón.
Aparentan obsesión con el pecado,
pero es el perdón su verdadero tema.
Credo proclama: en el perdón creemos.
No creemos en el pecado;
creemos en Dios que absuelve.
Cristianismo no culpa;
libera del peso del error.
Con perdón, nace el olvido,
el reinicio es posible.
Todo pecado halla clemencia.
Dios perdona, siempre.
UNA POTENCIALIDAD QUE PUEDE SER
La filosofía, una potencialidad en devenir,
donde múltiples pensares confluyen.
Evita la tiranía de la totalidad,
embracing the fragmented realm.
Occidente, maestro de la clasificación,
fragmenta el cosmos en partes mensurables.
La razón, su afán de precisión,
se abruma ante la ambigüedad y la vida.
Conceptos, marionetas de la razón,
unifican la diversidad en un ser concebible.
Mas ¿qué de la riqueza de lo múltiple?
¿No es la vida una sinfonía de voces?
La palabra escrita, torre de Babel moderna,
margina la riqueza de lo hablado.
La cultura, un océano de sonidos,
donde la palabra viva se pierde.
Hablemos, pues, en el idioma del ser,
donde lo múltiple se encuentra en su plenitud.
La filosofía, no como conclusión,
sino como eterno devenir de preguntas.
LA FILOSOFIA ES UN ACTO DE REBELDIA
En la senda de los pensadores,
nuestros pasos se entrelazan con el eco de antiguas reflexiones,
como el susurro del viento en los laureles de la sabiduría.
Cuentan las crónicas que Tales de Mileto,
en sus peregrinajes por la Grecia ancestral,
alzaba la mirada hacia el firmamento estrellado.
Absorto en la contemplación de lo infinito,
un abismo se abrió ante sus pasos,
una fisura en el velo de su propia percepción.
Cuando su fiel compañera le alzó de aquel abismo,
pronunció palabras que resonaron en el tiempo:
“Oh Tales, que te glorías de ver lo que yace en lo alto,
mas ignoras lo que se despliega bajo tus pies”.
Así es el afán de los filósofos,
sumidos en la búsqueda de la esencia del ser,
mientras a veces olvidan la presencia del ser mismo.
¿Qué sentido yace en el devenir de la existencia?
Interrogante ancestral que se entrelaza con nuestra esencia,
en un suspiro de pausa en el torbellino de la vida.
Caminamos por el sendero de lágrimas y risas,
acatando las normas impuestas por el tiempo:
nacer, crecer, reproducir, morir,
como si fueran los pilares de un edificio vacío.
La filosofía emerge como un acto de rebeldía,
la voz de la oveja negra que se detiene a reflexionar,
que se niega a ser solo una pieza del rebaño.
El hombre, ser finito imbuido de angustia,
al adentrarse en el laberinto del pensamiento,
trasciende su propia finitud en el vuelo de las ideas.
Erramos sin rumbo fijo,
navegantes en el oscuro mar de la existencia,
entreverando la verdad con los cuentos tejidos por la mente.
El arte de cuestionar, de indagar, de crear,
se erige como faro en la noche de la ignorancia,
iluminando caminos hacia nuevas formas de ser.
No es prerrogativa de sabios encerrados en torres de marfil,
sino necesidad vital que late en cada corazón humano,
más esencial que el aliento mismo, como proclamó el sabio Sócrates:
“Una vida sin filosofía es una vida que no merece ser vivida.
LA GUERRA INTERIOR
En la encrucijada del fracaso de los sistemas,
el individuo se enfrenta solo a su ser.
Entre lo efímero, sujeto a caprichos y modas,
busca lo eterno, mas lo eterno en sí mismo hallará.
Atribuir fuerza a impulsos naturales
es la búsqueda de lo humano en sí mismo,
en el inconsciente colectivo que nos define.
Aristóteles nos guía hacia la comprensión:
el hombre, con su vida única y peculiar,
crea su destino, siendo singular y excepcional.
Aunque la negación y el materialismo imperen hoy,
en Grecia hallamos lo sagrado e insondable, lo insólito.
Punto de origen y destino en nuestro ser,
todo se refleja en el exterior desde lo más íntimo.
La guerra que se avecina no es más que la interna de cada alma,
donde se libra la batalla más profunda y eterna.
LA VIDA COSMICA
Pluralidad y Unidad: El enigma esencial
que atraviesa física, filosofía y religión,
se reduce al núcleo de un único problema.
La vida cósmica, en su complejidad,
revela la incompatibilidad entre lo Uno y lo Múltiple,
un dilema arraigado en la esencia misma de nuestra existencia.
El gran enigma del Uno y lo Múltiple
trasciende lo meramente metafísico,
adentrándose en las urgencias y dificultades humanas.
Visión científico-mística de un Cosmos en constante evolución,
donde el amor actúa como fuerza propulsora,
hacia la victoria del Uno sobre lo Múltiple en el Cristo Cósmico.
En el seno de nuestro ser germina el anhelo
de trascender el aislamiento,
buscando una existencia de orden superior y unidad más amplia.
Dos corrientes se entrelazan en el devenir humano,
una orientada hacia la espiritualización deshumanizante,
la otra, hacia la materialización regresiva y el desarraigo.
El mundo, como esencia convergente,
plantea una tercera vía hacia la Unidad:
un mundo Trascendente donde lo Cósmico, lo Humano y lo Críptico
se funden en un nuevo ámbito central,
donde las múltiples opciones se disuelven.
SOBRE EL AUTOR:
GUSTAVO ANDRÉS LEYTON Nació el 3 de mayo de 1986 en Chillán, Chile. Es Licenciado en Historia y Periodismo. En 2016 asistió al taller de creación literaria de la Pontificia de la Universidad Católica de Chile. Ha publicado Relatos de un artista recóndito (Los Cuatro Vientos, 2017), Lejos del ruido (Editorial Carena, 2020) y un libro de poemas titulado La danza mágica de mythos y logos (Fundación Pluma Maestra, 2023).
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