Atlántico dulce
En Mar del Plata hay perros de a montones. Algunos son abandonados por los vecinos, otros por familias turistas en verano. Curtidos en balnearios, tajeados con puntas de azulejo, duermen en la calle, en los baños de las estaciones de servicio o mientras caminan. Algunos no llegan a las cuatro patas; les falta un pedazo de oreja, de cola. Nacen así o se las tijeretean. Otros tienen los ojos desviados de tanto mirar las olas partir al Atlántico Dulce.
Conocí en Mar del Plata a Verónica Paz. La llaman Vero Paz, Vero. A Vero Paz la apasionan Silvina Ocampo, Charly García y el cine. Vero Fellinia ha rescatado perros en situación de calle, ha corrido con tripas al cuello, una frente apoyada sobre su frente, churrasco contra churrasco. Se compró con dos aguinaldos una bicicleta con canasto, un celular de alta gama para llamar al 911. En vísperas de feriado un cretino le aflojó el manubrio. Fellinia se acostó en el medio de la avenida Luro, cortó el tránsito hasta que una pareja de mieleros la alcanzó a Zoonosis; tenía una cartuchera llena de hocicos que había encontrado en una bolsa de consorcio. Una madrugada de Navidad pedaleó con una chihuahua parturienta en el canasto. En vano, los cachorros nacieron en la puerta del Casino; los adoptó la suegra de un guardia.
Vero Paz ha cargado ulcerados, rosáceas y percances, como si en lugar de cineasta y profesora hubiese estudiado para enfermera ambulante. Ha puesto en la vida a perros de la calle, los ha ubicado bajo techo y hasta le consiguió trabajo a un cocker para vigilar en el fondo de una taberna baldes con pulpos vivos. Vero Paz salvó perros de los ladridos de otros perros. Un perro que sobrevive es un héroe cercano, no Sarmiento.
Meridional
Empleado trapea la recepción de una empresa de seguros. La recepcionista —de planta permanente— se levanta de la silla; empleado la corre asintiendo al trapeo. “¿Listo?”. Empleado asiente, se aleja trapeando, trapeando es cabizbajo. Un cliente en un sillón levanta las piernas: “¡Trapeame acá, capo!”.
¿Qué son esos modales, estas formas de adherirse: capo, jefe, master, maestro, groso, genio, varón, crack? ¿Qué maneras son estas?
Trabajo en negro encubierto para mi proxeneta, dúo Pedro y el Lobo, Chasman y Chirolita. A empleado que trapea le hablan de frente marche y polvo al tema; a mí no porque sé inglés y enseñarlo, capacito en la empresa de seguros. Chasman está entongado con Recursos Humanos, Recursos Humanos puebla Hemisferios.
Para dar inglés en Argentina hay que entender al alumno argentino, ponerse en los zapatos del ingresante al Corporate Business. Algunos son muy dados, otros prudentes, ¿precavidos?; todos son amables, algunos salvajes, esto es lindo. El ¡teacher!, ¡teacher! también es lindo.
Está de moda reducir a argentinos. La Casa Central —la Head Office— reduce a argentinos. “Sus funciones se exportarán a Elsewhere”. Y contables, actuarios y etcéteras reciben por seis meses la visita de sus pares de Elsewhere, les enseñan sus funciones y después son despedidos. ¡Teacher!, ¡teacher, llegaron! ¿Quién? ¡Nuestras sombras! ¿Who? ¡Nuestros Shadows! Así llaman a los pares de Elsewhere, sean de Colombia, de Trinidad y Tobago o de Burkina Faso. Elsewhere. Aprenden rápido mis pollos. No uso el material vintage que me da Chasman. Uso fotos para que describan, teatro para que declamen y canciones: Sombras nada más, traducen rápido mis pollos: Fucking Shadows.
Empleado que trapea no zapatea si no cobra en fecha, no le da el cuero para el zapateo. Empuña el palo zigzagueando más cabizbajo que de costumbre, mentón contra el pecho, trapea lento pero taquicárdico. A veces le dan ganas de patear, le da rabia no haber aprendido a reclamar. Pide aumento con vergüenza, si no pide ganará dos mangos for ever.
Tercerizado el aseo, el trapero se saca el ambo en el vestuario, se hace la toilette de mancebo jornalero asalariado. ¿Cambió el que salió de la casa al empleo? ¿Cuántas millas trapeadas hay que acumular para darse por vencido?
Antes de emprender el regreso, una vez afuera de las dependencias, entra en un billar. Cuando se libera una mesa, empleado ejecuta para olvidar, juega a pérdida, termina subsidiando las ganancias del dueño del billar, los socios y los otros. Efecto carambola: la bola arrojada toca solo a una y esta, a su vez, a otra y a otras.
Como poroto —entre vidrio y papel secante— empleado nace, crece, se reproduce, tiene sensibilidad y muere. Qué dirá la autopsia: ¿Le tiraron brea para clavarle plumas? ¿Pollo deshuesado?, ¿corte rana o mariposa?
Sobre el autor:
Federico Spoliansky nació en Buenos Aires en 1970. Posee un Master en Cine (London Film School). Es licenciado en Psicología (UBA). Cursó estudios de Régie en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. Publicó Atlántov (Novela, Ediciones del Dock, 2016, contratapa de Luisa Valenzuela), Duda patrón (Microrrelatos, Alción, 2010), El agujero (Cuentos, Ediciones Florida Blanca, 1995). Recibió el Primer Premio Nacional Iniciación de Poesía, Ministerio de Cultura de la Nación (Bienio 1991-1992), el Primer Premio del Concurso de Cuento de la Municipalidad de Puerto Madryn / Fondo Nacional de las Artes, 1994). Ha dado clases de historia de la ópera y de la música vocal de cámara en la Biblioteca Nacional, AMIA, Museo MAR, Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes.
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