J.F. Lyotard dice que cuando inicia cualquier curso de filosofía, el primer día de clases, siempre los profesores hacen las mismas preguntas a los alumnos: ¿qué es la filosofía? ¿para qué sirve?
Hacer ese tipo de preguntas, asegura Lyotard, nos pone siempre en cero con respecto a la filosofía, lo que equivale a decir que todo el tiempo olvidamos qué es la filosofía y para qué la usamos.
¿Qué pasaría, entonces, si una mañana, después de abrir los ojos, nos preguntáramos si debemos respirar para comenzar nuestro día?
En ese sentido, creo que el acto de filosofar es como el de respirar. Todos lo llevamos incorporado y, con toda seguridad, nos preguntamos muchas cosas, aunque a veces no le encontremos una respuesta rápida, o ni siquiera una lenta. ¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Cómo será envejecer? ¿Qué significa traer un hijo al mundo? Son algunas de las preguntas que nos hacemos todo el tiempo. Y aunque tratamos de buscar respuestas quizá nunca nos preguntamos si, en verdad, lo que estamos haciendo, es una forma de filosofía. Una filosofía casera, si se quiere, rudimentaria, artesanal, una “filosofía barata y zapatos de goma” como diría Charly García. Pero no podemos dejar de ver que es una forma de filosofía.
Entonces, cuando nos preguntamos por la filosofía, ¿volvemos a foja cero la filosofía?
¿O, al hacernos esa pregunta, lo que estamos haciendo en realidad es volver consciente un saber que ya traíamos de antes?
Cuando despertamos por la mañana no estamos conscientes de respirar. Y al preguntarnos por respirar de ninguna manera volvemos a cero nuestro conocimiento sobre la materia respiración. ¿Acaso no estamos respirando mientras nos hacemos esa pregunta?
Quizá todas las clases de filosofía inicien con las mismas preguntas, como dice Lyotard, pero es muy probable que eso se deba a otros motivos, que seguramente nos llevarán a otras preguntas. ¿Falta de originalidad de sus profesores?, por ejemplo.
El asunto, creo yo, es comenzar por algo, hacerse una pregunta, cualquier pregunta, porque su repuesta desatará otras preguntas, y esas, otras más. De esa forma, aunque no nos hayamos dado cuenta, ya estamos insertos en la rueda de la filosofía, porque la filosofía vuelve consciente su propio saber.
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