Debido al proceso social histórico de la modernización, que trajo la división del trabajo y de la actividad humana en esferas, la sociedad no tiene una experiencia de vida completa, sino que cada individuo vive sólo una parte de la experiencia total de la vida. Imaginemos, por ejemplo, un trabajador que está en la línea de producción: solamente puede conocer y entender la parte que le toca hacer, todo lo demás no puede ser experimentado por él. A esa experiencia, Adorno la llama: la empiria, es decir, la experiencia que nos da el mundo en que vivimos.
Adorno ve que ese sujeto social, además, está sumergido en una cultura hecha para las masas, y que esa cultura produce su alienación y aumenta su pasividad. Creía que la cultura norteamericana de los años 60’, con Disney a la cabeza, con su arte pop en manos de Andy Warhol, con la música de rock & roll, con el cine de entretenimiento y las formas de arte popular como el jazz; hechizaba a la gente para adormecerla y continuar produciendo y reproduciendo el sistema capitalista. Esa era para Adorno, la finalidad última del arte para masas.
El arte nace, así, autónomamente, porque nace de una esfera de producción que es, por ejemplo, la del escritor. Pero a su vez nace en el seno de una sociedad, por lo tanto no es independiente de ella. El objeto artístico se construye en el seno de la sociedad y en diálogo con ella. Sin embargo, no tiene por qué ser afirmativo, sino que puede ser crítico. Ahí reside la verdadera autonomía del arte. El arte, para Adorno, se separa de lo social y lo contiene, pero no reconcilia nunca con lo social, sino que lo contiene negadamente.
La literatura debe entregar una experiencia estética que evoque algo de esa totalidad de la experiencia que perdemos por culpa del capitalismo y darle al lector una experiencia diferenciada de la que se obtiene en la empiria. Para completar el sentido de la obra, el lector debe remitirse al texto, y no buscar el sentido fuera. La explicación de la obra debe estar en la obra y el lector debe hacer un esfuerzo por intelectualizar su sentido. A Adorno le interesaba, sobre todo, que la literatura pudiera desplegar las capacidades del pensamiento.
Bibliografía:
ADORNO, Theodore, Teoría Estética, Akal, 2014
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